Sergio Leone concebía a la mujer como un bonito objeto decorativo entre sus malolientes pistoleros y la sobriedad del desierto. El western había nacido como un género de machos donde la femineidad era un molesto atrezzo que debía permanecer detrás de la barra de un burdel. Así, todas las secundarias del maestro italiano habían sido llamadas a representar la doble fantasía sexual, entre la prostituta y la madonna, que reinaba en el Oeste más carroza. Los diálogos de dos líneas y los marcados corsés eran la tónica habitual que se demandaba en las salas de cine. Pero tuvo que llegar Claudia Cardinale a obrar el cambio en Hasta que llegó su hora ( C'era una volta il west (Once Upon a Time in the West)), con su primer papel protagonista. Su soberbia Jill consiguió aunar los aspectos más idealizados de una madre con las obligatorias subidas de tono que establecía Hollywood en sus guiones. Este nuevo Sergio Leone abrió -sin quererlo- las puertas del saloon a unas mujeres que apretaban gatillos y se arrancaban las plumas de la cabeza para colocarse un sombrero texano. Pero tampoco conviene idealizar este episodio. Poner a una mujer con estética old west al frente de la pantalla no significa que la película vaya a ser feminista. Y si no que se lo digan a Gavin O'Connnor, director de La venganza de Jane, el nuevo spaguetti western que llega mañana a nuestras salas.Leer MÁS:::No quedan pistoleras en el Oeste como las de Johnny Guitar Claudia Cardinale merece más que nadie un Oscar honorífico.Entre otros trabajos por esta película de culto, obra maestra e innovadora del western.
6 de mayo de 2016
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