Cada época tiene su monstruo y la nuestra, con sus evidentes incertezas y sus melodías apocalípticas, los posee a todos ellos. Si la Gran Depresión reinventó el cine de terror en la piel de infinidad de criaturas inimaginables y la crisis de los 70 asistió al renacimiento entero del género de terror con sus zombis, sus psicópatas arrancapieles y sus vampiros del fin de los tiempos, la imaginación colectiva vive ahora tan fascinada como temerosa de la posibilidad cierta de su fin. El ecológico y el otro. Hay criaturas híbridas, horrendas y viscosas donde se mire. Guillermo del Toro lo sabe. Y se sabe abducido por la capacidad del monstruo de plantear desde la imaginación libre de formas la posibilidad de un futuro diferente, de una realidad que cuestione el imperativo pomposamente estético de lo dado. La imaginación, para entendernos, es política."La forma del agua" es el título de la película del mexicano que, a su manera, dio la pauta de la jornada. Por brillante, por lúcida, por apasionadamente inocente. Que no ingenua, cuidado. Pero no estuvo sola. A su lado, aparecieron dos criaturas, cada una a su manera únicas, seductoras y brutales incluso .+++++++'La forma del agua', de Guillermo del Toro: monstruosa, política y ...
1 de septiembre de 2017
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