La única persona ajena a los estudios que podía entrar al set de grabación de las películas a principios de los felices años 20 era el Conde. Este oscuro personaje, de gabardina larga, sombrero sobre los ojos y andar desparpajado, era el que atendía las más profundas necesidades de las estrellas. En su maleta de cuero negro solía guardar frascos con cocaína, pañuelos con éter, morfina, ganya y sobre todo heroína. Todos hacían fila frente a él. Drogatas siempre ha habido y habrá en la babilonia del cine. Nada como una raya de perico para aflojar la tensión, para aceptar la gracia que han otorgado los dioses al ser jóvenes, bellos, famosos y sobre todo millonarios. Las extenuantes jornadas de trabajo convirtieron a James Dean en un adicto a las anfetaminas, mismo pasatiempo que tenía la Siempreviva Marilyn Monroe, mientras que Richard Burton se sumergía en una piscina de vodka y whisky. Dennis Hopper y Jack Nicholson rompieron un nuevo récord de fumada de porro al acabar 107 canutos en la célebre escena de la conversación alrededor de una fogata en Easy Rider. De entre todos los drogos que pueden haber en la jungla de Hollywood, el creador de The last movie es el más asqueroso de todos. Solía golpear, en sus ataques de celos exacerbados por la yerba y el perico, a sus mujeres. Con una de ellas, Michelle Phillips, nieta de Howard Hawks, se casó pero el matrimonio duró apenas una semana. A la cuarta noche de estar juntos el actor la ató a la cama y le estrelló un puño contra la cara reventándole el tabique. Luego amenazó con quemar la casa. Tenía tanta droga en el cuerpo que cayó desmayado y ella pudo zafarse y largarse de la casa. Como despedida le aconsejó a su esposo que se suicidara. Robert Altman era otro animal cuando se emborrachaba. Empezaba sus rodajes con unos traguitos de bourbon, entre risas y humo, pero cuando la botella empezaba a acabarse Bob sacaba sus demonios y pobre de aquel que estuviera a su lado ya que sobre él lloverían puños, bofetones y palos como en La Galera 3. Johnny Depp es el chico malo de Holywood por antonomasia. Su cercanía a íconos de la contracultura como Hunter Thompson o Keith Richards, lo convertían en un rebelde con causa. Lamentablemente, a sus 51 años, ha dejado de ser El joven manos de tijera para convertirse en una triste caricatura de sí mismo. Los rumores que ha vuelto a recaer en el alcohol se vieron confirmados en una entrevista dada esta semana al afirmar, con la voz tembleca e inestable de los adictos, que a él le importaba una mierda lo que la gente pudiera pensar de sus películas. LEER MÁS...FUENTE :
4 de diciembre de 2014
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