El tramo de cirios verdes no quería salir. Los más viejos del lugar sabían que lo que esa mujer tímida con la que habían estado hablando durante la puesta en la calle de la cofradía iba a cantarle a la Esperanza sería histórico. Por dos razones. Porque nunca una soprano del primer escalafón mundial se había puesto a los pies de la Reina durante la Madrugada. Y porque nunca una cantante lírica curtida en mil avatares se había visto superada por su emoción durante la interpretación del «Ave María» de Charles Gounod, una obra que la voz de Ainhoa Arteta llevó hasta los más recónditos confines de la basílica de la Macarena cuando la cuadrilla estaba ya preparada para la primera chicotá de la Noche de Sevilla. La maestra de San Sebastián venía ya compungida tras haber tenido los ojos del Señor de Pasión a la altura de los suyos en la esquina de la calle Cuna con Laraña, casa del marqués de la Motilla, donde estuvo acompañada por las dos mujeres que le han abierto las puertas de las entrañas de la ciudad: las hermanas Carmen e Isabel Cobo, marquesa de Benamejí.Tras esa experiencia, Arteta se fue a la Macarena, donde esperó sentada durante dos horas en una silla de Quidiello hasta que la junta de la hermandad le indicó el momento exacto en el que podía cantar. La soprano pidió un vaso de agua natural, que no agotó en todo el tiempo que estuvo allí, y conversó con los hermanos más antiguos durante la espera.+++++Así lloró Ainhoa Arteta ante la Macarena
27 de marzo de 2016
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